Al levantar la mirada solo vio a mamá. A papá lo vio por la tarde con más regalos.
A partir de ese día, la mañana de reyes le llegaba con una punzada en el corazón que no tenía una causa consciente pero que se gestó en aquella ausencia fruto de la ruindad humana que no entiende de prioridades.
Muchos años después él repetirá la historia con su hijo aunque todavía no lo sabe.