No tenían una gran casa, ni un gran trabajo, ni unos grandes estudios, ni grandes conversaciones, si es que se puede hablar de tamaños en estas cosas y entender todos lo mismo.
Habían alquilado un cuarto pequeño a pie de calle que hacía la veces de cocina, dormitorio y baño. Daba a un callejón peatonal con adoquines sin vistas.
Sí tenían una gran ventana por donde se les veía cenar viendo la tele y se les escuchaba hablar de su día de trabajo.
A pocos metros tenían sus trabajos en empresas de servicios dentro del casco histórico de la capital de la isla bonita.
En su casa y en sus vidas no había grandes acontecimientos, ni grandes emociones, pero en la vida de cada uno de ellos estaba el otro, y eso lo llenaba todo hasta el punto de no haber espacio para más.