En estos últimos días me han llegado algunas historias que forman y formarán nuevas y viejas tradiciones en nuestra playa de Las Canteras. No son tradiciones centenarias de las que algunas vamos perdiendo. Son tradiciones nuevas, historias nuestras, de los que estamos vivos ahora, que hacen más amable nuestra convivencia en una gran ciudad.
Historias nuevas como la travesía entre amigos y amigas que promovió por segundo año consecutivo Eduardo Martínez y que termina con el flan de Elena, las truchas de Margarita y el queque de Sarito, foto de grupo y brindis navideño. Ese mismo día un grupo de personas brindaban como cada año sobre la barra de las canteras, nadando desde la orilla con boyas cargadas de provisiones. El 31 eran múltiples los grupos que, vestidos de forma festiva, celebraban en distintos puntos de la playa un brindis y una despedida del año. Otros por tradición van a la Peña de la Vieja, incluso en algún caso con un pacto por escrito desde 1950.
Dentro de la vorágine en la que se ha convertido las fiestas navideñas intento perder el menor tiempo posible en compras obligadas. Intento, como siempre, aprovechar la fuerza que me brinda la gente que me rodea y aprovechar las oportunidades que me llegan. Y esta playa, apenas ponga uno la oreja bien puesta, es un hervidero de oportunidades para vivir, para acercarnos a la realidad, para despedirnos en las pantallas y vernos en lugares, lugares como este, llenos de magia, de la de verdad.
Y es que la Playa de las Canteras es algo más que una hermosa playa de ciudad, es un paritorio de historias y nuevas tradiciones, de vivencias y convivencias; de nacimiento de nuevas amistades, de fortalecimiento de vínculos con nuestra tierra, con nuestra gente.