martes, 2 de septiembre de 2014

Quisiéramos ser como tú y sin embargo...

Si tienes 30 años y no te gusta el fútbol, no tienes un problema, incluso puedes alardear de ello y encontrar simpatizantes de tu postura entre tus amigos y amigas. No necesitas el fútbol para "triunfar en la vida", la sociedad no te impone el fútbol (más allá de la incomodidad de ir a una terraza que no lo tenga puesto) y las leyes no te obligan a asistir a los estadios. 
Si eres un niño o una niña y no te gusta leer, estás jodido o jodida. "Fracaso escolar" es el título de la película que acompañará tu infancia. El TÍTULO se lo hemos puesto entre todos. Y ese TÍTULO va a condicionar muchas cosas en tu vida aunque aparentemente no estén relacionadas con él. Va a marcar tu relación con el colegio, ese lugar al que las leyes te obligan a asistir. Marcará la relación con tu madre y con tu padre, esos a los que deseas ver cuando sales del cole y que centrarán su atención en cómo vas progresando en las restas con llevadas. En muchas ocasiones se enfadarán contigo por su propia frustración, intentando cambiar algo en ti sin saber cómo hacerlo (y sin saber que no pueden hacerlo). Marcará tu tiempo de juego, que se verá reducido para poder practicar más de lo que no te gusta. Marcará tu "triunfo en la vida", ya que no te permitirá acceder a un trabajo que probablemente detestarías, pero que está bien visto por los demás, que a buen seguro juzgarán tu éxito.

Cada niño y cada niña tiene unos gustos muy diversos (en muchas ocasiones muy relacionados con sus capacidades y en otra ocasiones no tanto). Las habilidades mejoran con la práctica, siempre con tareas de menos a más dificultad, y siempre mejor si lo asociamos a refuerzo positivo (a emociones positivas). Pero hay que tener presente que cada persona tiene su propia naturaleza y no todas las personas se adaptan a las exigencias escolares del momento.

Condicionar la infancia de un niño por sus capacidades y por sus gustos, por su naturaleza, por el simple hecho de que no coinciden con lo que quiere la sociedad (actual), lo que dicen las leyes que nos hemos puesto (ahora) o las expectativas de sus seres queridos (actuales), significa amargarle la infancia a un niño, una de las partes más bonitas de su vida. Una parte que todos añoramos e idolatramos de grandes, cuando ya no tiene remedio lo que haya pasado cuando éramos niños.