viernes, 9 de agosto de 2024

los alisios

El vuelo salía a las 8:30.. 12 de julio de 2024 Todo estaba calculado. Guagua en el intercambiador 6:30. En el aeropuerto sobre 7:30. La guagua estaba a tope.

Ya en el aeropuerto empezaron las primeras noticias sobre el retraso por los alisios. El aeropuerto de El Hierro es así. Y empezaron los ruidos, las protestas por la falta de información, las formas de algunos pasajeros contra el personal. Un par de horas más tarde y en medio de tumulto de gente nos metieron a los tres en un avión hacia Tenerife Norte. Ni tiempo de pensar mucho cuales eran las garantías. 

En Tenerife el ruido ya era ensordecedor. Había dos días de cancelaciones de vuelos a El Hierro. Después de muchas gestiones y mucha espera salimos en la primera guagua de las cinco hacia los Cristianos. 

En el puerto más ruido. Cola interminable para sacar la tarjeta de embarque. Teníamos que esperar varias horas. Aún así el barco se retrasó horas y media y la travesía se esperaba más larga de lo habitual por las condiciones meteorológicas. 

La terminal estaba llena de gente esperando por el suelo. No cabía un alfiler. 

Al fin llegó el barco y se formó una cola gigantesca para subir en él. Solo se escuchaban protestas a toda la espera. Había personas que llevaban desde el día anterior intentando llegar a la isla. 

Vimos como salían primero todos los pasajeros caminando que venían en el barco. Dos colas en paralelo en sentidos opuestos. Más ruido.

La cola de salida terminó. Hubo un tiempo corto en que no salió nadie. Y luego empezó a salir un grupo de unos cincuenta inmigrantes ataviados con mantas y acompañados por la cruz roja que tenían aspecto de estar acabados de llegar a la isla después de una larga travesía desde África.

Poco a poco aumentó el silencio. Se vio crecer el silencio. La gran cola de entrada al barco quedó muda de sus protestas, de sus lamentaciones. Dolía ver las caras. Una especialmente se me grabó en la memoria, parecía estar a punto de llorar, estaba asustado. 

Luego volvió el ruido y todo volvió a la normalidad. Y volvimos a sentirnos desgraciados por perder unas horas de nuestro viajes, de nuestras vacaciones, de nuestro merecido ocio, de la diversión a la que tenemos derecho.

Una vez en el barco yo casi ni me acordé más del asunto hasta anoche que salió el tema en un encuentro de amigos.