La calle Peregrina fue el escenario de la despedida. Es una calle estrecha que sólo tiene dos salidas, una al principio y otra al final. La calle en sí era una metáfora de lo que iba a ocurrir. Ella saldría por el lado del Monopol donde se tropezó con el cartel de la película Dark City. Él salió por el lado de la calle Malteses donde reconoció pero no saludó al doctor Arellanos, que pocas semanas antes había abierto una unidad de infecciosos en el Hospital Insular.
Él no podía dar lo que ella pedía. Ella no podía quedarse en un lugar donde iba a recibir migajas de amor y tuvo el arrojo entre lágrimas de parar la relación.
Él todavía hoy escucha Meddle entre lágrimas. No por ella, sino por la falta de libertad que vivió en los días en que conoció esa canción hasta que el sufrimiento de estar inmóvil fue más grande que el miedo a intentar volar.