Oyes unos pasos que se acercan pero no levantas la cabeza. Se para delante de ti, más bien a un lado. Levantas las cabeza y te planto un beso apasionado. No te da tiempo a coger aliento. Te sofocas. Te falta aire. Qué haces aquí, es lo primero que piensas. Luego piensas en tus compañeros pero abres un ojo y ves que la sala está vacía. Así que cierras los ojos con un suspiro y te dejas llevar. Abres y cierras la boca y disfrutas del sabor de mis labios. De repente sientes mi mano ponerse entre tus muslos. Abres los ojos con sorpresa y deleite.
Estás radiante tal cual te vi en la foto que me mandaste. Quiero más.
Vente, me dices. Y me llevas de mano a unos archivos. Haces girar unos volantes metálicos y estanterías gigantes se mueven. Creas un espacio entre estantería y estantería y me miras con una sonrisa que implica deseo.
Allí te desnudo mirándonos. Tú me desnudas a mí con la mirada y luego con las manos.
Nos abrazamos y nos tocamos.
Te giro y apoyas tus brazos en las baldas de expedientes. Casualmente ves uno con el que estuviste está mañana sin saber que ibas a estar desnuda con tus manos apoyadas en él unas horas más tarde.
Te penetro por detrás. No puedes evitar unos gemidos, una respiración agitada, gozas, estás excitadisima. No quitas las manos de las estanterías y sientes las embestidas brutales y mis gritos porque estoy llegando.
Te pones tan cachonda que te corres escuchando y sintiendo mi pene entrando en tu sexo.
Me apoyo en tu espalda. No puedo tenerme en pie.
Nos acostamos y nos partimos de risa. Eres genial, te digo.