lunes, 9 de febrero de 2015
El hermano...
Era la 1 de la madrugada. Sonó el teléfono. Ana se despertó sobresaltada. Solía acostarse temprano. Necesitaba descansar para barrer las calles de su ciudad natal cada mañana. Ese era su oficio desde hacía 10 años. Al principio le costaba madrugar pero poco a poco se acostumbró y cada vez le gustaba más. Los domingos por la mañana era el único día de trabajo que no le gustaba. Los borrachos que quedaban en la calle a las 6 de la mañana solían echarle piropos. Su melena rubia, su tez blanca, su atractiva cara, sus hermosos labios y su peculiar estilo de llevar ceñida la ropa de trabajo no pasaban desapercibidos. Después del sobresalto de la llamada sintió una gran alegría. Su hermano llevaba 2 años viviendo en Argentina y era el único que tenía permiso para llamarla a esa hora, más que nada porque seguía despistado con la diferencia horaria. Hacía una semana que no hablaba con él. Cuando se acercó vio que era su número y simplemente rió al descolgar el teléfono. Una voz femenina respondió al otro lado. Ana dejó de sonreir. No porque no conociera la voz, que era la de su cuñada, sino porque la voz estaba quebrada por el llanto. En ese momento supo que nunca más hablaría con su hermano.