Cada uno baja a una hora distinta y el grupo va creciendo y menguando al son de esa arbitrariedad. Así era la pandilla del parque cuando éramos pequeños.
Cuando paso por delante con tiempo y está Pepe paro a estar, solo eso. A veces entro en conversación y a veces simplemente acaricio a algún perro o simplemente me siento a estar.
Hoy pasó una chica con su perro viejito. Saludó y dijo que trabajaba luego. Preguntó la hora. Nadie supo decir qué hora era. Nadie llevaba móvil encima. Ni yo, pero porque venía de correr. Se pasan horas allí sin móvil. La rutina de cada perro y cada dueño marca el paso de esas primeras horas de la mañana.