Iban hablando con entusiasmo por la calle. El viejo que venía de frente les habló. Fue amable. Fue amable con los gestos porque a decir verdad no entendieron un palabra. Él no llevaba dinero encima, ella se dio la vuelta después de pasados unos metros y dijo, yo creo que sí. Tener unos 90 años y verte obligado a pedir a unos niñatos de otra generación, de otro mundo, de un mundo donde las necesidades son lujos en el mundo que vio nacer al viejo.