Nos aplaude en forma de cantos de pájaros, de rocío, de colores que nacen, de arcoiris, de calor tras el frío de la noche, de cielos incendiados de rojo.
Nos aplaude a nosotros, porque creemos ser los únicos que oímos esos aplausos.
Son momentos de despertares con caricias y besos sosegados, como siempre deberían ser. Son momentos de sonrisas al despertar, de un te quiero matutino, de un abrazo lento, siendo consciente de lo afortunados que somos.
Son momentos de reflexión para todos. Para ver lo que nos rodea con las gafas de la vulnerabilidad puestas. No es algo nuevo. Solo es algo extendido hoy a mucha gente. Quién ha estado al borde de la muerte alguna vez lo sabe. ¿Cuántos después aprovechan esa experiencia? No todos.