De su cara solo recuerdo las arrugas. Las arrugas y el color a tierra ahora que caigo. Estaba tumbada en el banco, delante de un gran hotel de la avenida, descalza y rodeada de todos sus enseres. Respiraba, tengo la manía de fijarme. Una corriente de personas desfilaba delante. Dos pensamientos hacían girar las cabezas a ambos lados. El primero, una mezcla de curiosidad y regocijo oculto del mal ajeno. El segundo una mezcla de culpabilidad y alivio por no verlo, por mirar a otro lado, como tantas veces hacemos. Aunque costaba verlo, era mujer.