jueves, 28 de junio de 2018

Alarcón

El niño dijo, señor, sabe que mañana hay fiesta en el pueblo, hay juegos, clown, baño en el río. No pasaba de los 6 años y pintaba un bolardo metálico de la plaza mayor del pueblo. Su hermana, de unos 7, tranquilizó a su perro dándole una vuelta por la plaza y volviendolo a amarrar, era un perro alto y flaco. Su madre colocaba adornos en las farolas mientras cargaba con un bebé amarrado a su barriga. Su padre usaba una pequeña escalera para adornar las farolas de las fachadas. Trabajaban todos y escuchaban la música tradicional que salía del furgón. La plaza estaba llena de pequeñas hojas secas que danzaban al son del viento sin levantarse un palmo del suelo, como el movimiento de agua en la superficie del mar en Agaete. De vez en cuando en algún punto de la plaza se alzaba un pequeño torbellino de hojas que se elevaba un metro. El aire era caliente. Era Alarcón, un pueblo perdido en las llanuras de Castilla la Mancha.