Lo veo tocando su violín en varios lugares, muchas veces en la plaza de la Victoria. Su bicicleta siempre al lado. Otras veces lo veo circulando con ella con todas sus pertenencias encima. Alguna vez lo he visto leyendo un libro. Mi hija le ha puesto monedas en varias ocasiones en el forro de su violín.
Una vez lo vi en el portal de mi edificio. Terminaba el día preparándose su comida. Le pregunté si quería algo, leche caliente, pan,... Me dijo que no, que muchas gracias señor, que estaba bien, que no necesitaba nada. Esto fue hace algunos meses.
Hace unos días me ha llegado por email un mensaje del administrador de fincas, esa persona que gestiona nuestros techos, esos techos de los que casi no somos conscientes más que para pequeños problemas.
"Se informa de los hechos acaecidos en el edificio a las 7:15 del pasado lunes 14.09.2015
El pasado lunes sobre las 07:15 horas nuestro vecino Fernando, al salir de su casa se
encontró con una persona ajena al edificio que había pasado la noche en el descansillo de la tercera
planta. Esta persona tenía extendida al comienzo del pasillo (cerca del ascensor) que se dirige a la
fachada del edificio unas mantas, además de una bicicleta apoyada en la pared frente a la puerta
del ascensor. Le preguntó que hacía allí y le respondió que pasar la noche, que no tenía otro sitio a
donde ir, indicándole nuestro vecino que no podía continuar allí y que tenía que abandonar el
edificio en ese mismo momento y que se encontraba en una propiedad privada. Después de recoger
sus cosas (tenía unas playeras puestas en el alfeizar de la escalera), fue acompañado a la puerta del
edificio y se marchó, afortunadamente no se trató de una persona conflictiva.
No se sabe por dónde accedió esta persona, ya que aunque fue preguntado sobre este
aspecto no respondió."
Simplemente sonreí.