miércoles, 25 de octubre de 2023
el equilibrio
martes, 24 de octubre de 2023
vecinos
Lo veo varias veces en semana. Es muy playero. Es altísimo. Camina con algún problema de movilidad. Es sordo. No mudo, los sordos no son mudos. Cuando me habla le entiendo con dificultad pero no hablamos nada más complicado que el estado de la mar o el cielo. Y comentamos si nos hemos dado un baño ya en Las Canteras. Es extremadamente amable saludando. Siempre con una sonrisa. No alarga las breves conversaciones más de lo necesario. He tardado tiempo en darme cuenta de una cosa: siempre está solo. Jamás lo he visto con nadie. Pasea por la playa o por la avenida solo. Va al supermercado solo. Aún a riesgo de juzgar lo que no conozco me atrevo a decir que sus problemas de movilidad y sordera asustan, ahuyentan amistades y relaciones afectivas. Y pienso en lo que debe ser llevar una vida así, sin nadie con quien compartir tus alegrías y tus miserias. Acabo de caer en que tampoco lo he visto nunca con un móvil en la mano. Es sordo, pero entiendo que escribir puede. Yo presumo de hacer cualquier tipo de actividad solo, pero también presumo de mis amistades, las cuales necesito para hablar, para compartir, para aprender, para creer, para ir juntos por la vida. Como siempre me ha dicho una amiga, al tren de mi vida se sube y se baja gente, pero no me imagino una vida con los vagones vacíos ni siquiera en un trayecto corto.