jueves, 28 de septiembre de 2023

la piscina

En condiciones normales yo nunca debería haber estado en aquel lugar en aquel momento. Y aunque ello parezca un detalle nimio, fue a la postre, el detalle que hizo más insoportable la situación vivida y el tormento de los meses posteriores. Porque la pregunta que me persiguió durante mucho tiempo fue ¿Qué hubiera pasado si yo no hubiera estado allí?

Y es que fue una larga cadena de circunstancias difíciles de repetir. Una semana antes me había encontrado a mi amigo Jose en la calle y le había comentado que el fin de semana lo pasaba en el sur. Casualmente estaba buscando hotel y se decidió por ese mismo. En condiciones normales yo a esa hora estaría durmiendo la siesta, pero fue la presencia de Jose en las hamacas lo que me hizo sacrificar mi ritual diario y estar charlando con su familia. Hasta fue casualidad que estuviera dentro de la piscina ya que después de comer me da pereza meterme en el agua.

Escuché un grito, giré la cabeza, vi a un hombre lanzarse de cabeza a la piscina. Miré hacia el lado al que se dirigía y vi un cuerpecito en posición horizontal a pocos centímetros bajo el agua. Nadé rápido, llegué antes del que luego sería el padre de la niña de tres años. La llevé al borde de la piscina. Me hice daño en una rodilla al salir pero eso lo vería media hora más tarde. La niña estaba lila. Tiesa. Empecé a dar masaje cardíaco y boca a boca. Masaje cardíaco y boca a boca. Masaje cardíaco y boca a boca. Fueron pocos minutos. Echó por la boca sopa de letras. Y de repente reaccionó. En pocos minutos aquello estaba lleno de policías nacionales, policías locales, ambulancia y juraría que hasta bomberos.

Al día siguiente esa niña jugaba al borde de la piscina con la abuela pegada a 10 centímetros. La madre vino a darme las gracias, eran extranjeros, lloraba, no entendía lo que decía. Había pasado la noche en urgencias en observación, solo eso.

Fue el verano de 2009. Mi hija tenía los mimos tres años. Durante una semana estuve en shock. Como un zombie. A la semana tuve una pesadilla y todavía recuerdo la cara lila de mi hijo, en ese entonces de dos años. Leí que era típico. Y durante un tiempo me ofuscaba leyendo noticias y buscando estadísticas de niños ahogados en España.

Tardé en contarlo más allá de a mi entonces mujer que estaba con los niños en la habitación del hotel. Las primeras diez veces que lo conté me emocionaba. Lo recuerdo cercano pero ya con algo más de indiferencia.

Nunca se me había ocurrido escribirlo.

Esta mañana conduje yo solo el coche de otra persona por una circunstancia todavía más rocambolesca y al encender la radio dejé Kiss FM. Casualmente contaron la historia de una niña ahogada en una piscina, de tres años y quién se dio cuenta de que no estaba flotando junto a los demás niños del curso y quién se dio cuenta de que el manguito que había aparecido flotando no era de ninguno de los niños a los que los monitores buscaban con uno solo de los manguitos, era el padre. Policía local. Fue quien la reanimó. Me hizo recordar mi historia. 

Normalmente las historias que escribo son basada en algún hecho que veo y el resto le echo imaginación. En este caso esto me pasó a mí tal cual lo cuento.

Y como dije al principio, lo peor fue pensar en ¿qué hubiera pasado si yo no hubiera estado allí?

miércoles, 13 de septiembre de 2023

la muñecas de Reyes

Su hermana mayor le dijo a mi hermana que la muñeca era del año pasado. Que este año no le habían traído nada. El poco dinero que entraba en casa se gastaba en el puto alcohol y alguna que otra droga. La niña no quiso salir a la calle el día de reyes con las manos vacías.

Ahora ella es enfermera y su hermana mayor también. 

Una de sus compañeras de trabajo me contó una vez que ella le había hecho pagar un postre. Me dijo que en un restaurante en una cena en grupo había pedido un postre y que ella había dicho que se separara de la cuenta, pues las demás no habían pedido postre. Yo me reí y me acordé de la muñeca, y pensé en la valentía que hay que tener para pedir cuentas separadas y no pagar lo que no te corresponde. 

miércoles, 6 de septiembre de 2023

Paseo de Chil

La última persona conocida que lo vio con vida fue Ojos Tristes. 

Con ese nombre Él se refirió a ella hace un mes, cuando la vio en la foto de estado de Vanesa. Así se lo dijo a Vanesa. Y efectivamente, ella le confirmó que su expresión, sus ojos, parecían siempre tristes. 

Esta mañana Él vio a Ojos Tristes bajando la calle Cid y dedujo que no iba en guagua a trabajar al Insular y que el coche lo aparcaba fuera de su edificio. Había otras posibilidades, claro, pero esa era la más probable.

Él sufrió un accidente en el carril bici de la avenida marítima con tal mala suerte que cayó al asfalto, donde fue atropellado por un camión. Ella se dirigía en ese momento en sentido contrario al camión al Hospital Insular. Unos segundos antes del accidente lo había reconocido. Había reconocido al chico de la bicicleta que unos minutos antes había visto bajando hacia su coche en la calle Cid. Por supuesto que no era la primera vez que se fijaba en él, ya que se habían visto varias veces en el trabajo y por la zona de Mesa y López, aunque nunca se saludaban.

Desde entonces cuando Ojos Tristes va a trabajar sube a Paseo de Chil y baja por Buenos Aires hasta coger la Avenida Marítima a la altura de San Telmo. Con ese rodeo evita pasar por el lugar del accidente. Sus ojos no han cambiado de expresión.