En condiciones normales yo nunca debería haber estado en aquel lugar en aquel momento. Y aunque ello parezca un detalle nimio, fue a la postre, el detalle que hizo más insoportable la situación vivida y el tormento de los meses posteriores. Porque la pregunta que me persiguió durante mucho tiempo fue ¿Qué hubiera pasado si yo no hubiera estado allí?
Y es que fue una larga cadena de circunstancias difíciles de repetir. Una semana antes me había encontrado a mi amigo Jose en la calle y le había comentado que el fin de semana lo pasaba en el sur. Casualmente estaba buscando hotel y se decidió por ese mismo. En condiciones normales yo a esa hora estaría durmiendo la siesta, pero fue la presencia de Jose en las hamacas lo que me hizo sacrificar mi ritual diario y estar charlando con su familia. Hasta fue casualidad que estuviera dentro de la piscina ya que después de comer me da pereza meterme en el agua.
Escuché un grito, giré la cabeza, vi a un hombre lanzarse de cabeza a la piscina. Miré hacia el lado al que se dirigía y vi un cuerpecito en posición horizontal a pocos centímetros bajo el agua. Nadé rápido, llegué antes del que luego sería el padre de la niña de tres años. La llevé al borde de la piscina. Me hice daño en una rodilla al salir pero eso lo vería media hora más tarde. La niña estaba lila. Tiesa. Empecé a dar masaje cardíaco y boca a boca. Masaje cardíaco y boca a boca. Masaje cardíaco y boca a boca. Fueron pocos minutos. Echó por la boca sopa de letras. Y de repente reaccionó. En pocos minutos aquello estaba lleno de policías nacionales, policías locales, ambulancia y juraría que hasta bomberos.
Al día siguiente esa niña jugaba al borde de la piscina con la abuela pegada a 10 centímetros. La madre vino a darme las gracias, eran extranjeros, lloraba, no entendía lo que decía. Había pasado la noche en urgencias en observación, solo eso.
Fue el verano de 2009. Mi hija tenía los mimos tres años. Durante una semana estuve en shock. Como un zombie. A la semana tuve una pesadilla y todavía recuerdo la cara lila de mi hijo, en ese entonces de dos años. Leí que era típico. Y durante un tiempo me ofuscaba leyendo noticias y buscando estadísticas de niños ahogados en España.
Tardé en contarlo más allá de a mi entonces mujer que estaba con los niños en la habitación del hotel. Las primeras diez veces que lo conté me emocionaba. Lo recuerdo cercano pero ya con algo más de indiferencia.
Nunca se me había ocurrido escribirlo.
Esta mañana conduje yo solo el coche de otra persona por una circunstancia todavía más rocambolesca y al encender la radio dejé Kiss FM. Casualmente contaron la historia de una niña ahogada en una piscina, de tres años y quién se dio cuenta de que no estaba flotando junto a los demás niños del curso y quién se dio cuenta de que el manguito que había aparecido flotando no era de ninguno de los niños a los que los monitores buscaban con uno solo de los manguitos, era el padre. Policía local. Fue quien la reanimó. Me hizo recordar mi historia.
Normalmente las historias que escribo son basada en algún hecho que veo y el resto le echo imaginación. En este caso esto me pasó a mí tal cual lo cuento.
Y como dije al principio, lo peor fue pensar en ¿qué hubiera pasado si yo no hubiera estado allí?