miércoles, 22 de junio de 2022

las miradas

Estaban sentados en la mesa de Guirlache, justo después del Charcón. Madre, dos niñas y padre. La mamá recordaba a las niñas el porqué del premio del helado. El papá relamía con lengüetazos rápidos la base de la bola. Tenía arte para comerla. El señor miraba a mi izquierda. Yo miré para saber qué miraba. Unas tetas grandes de una chiquilla. Qué obvio. Básico.

En Playa Chica un chico calvo, con barba bien arreglada y un cuerpazo atlético miraba la pantalla donde se veía el atardecer precioso que se estaba perdiendo.

Una chica de ojos azules, o verdes, nunca los distingo bien, hablaba con su pareja en la terraza de la esquina. Tenía algo en la cara que resultaba atractiva.

Un sordo caminaba mirando su móvil y hablaba con lenguaje de signos. No les gusta que les llamen sordomudos me dijo un amigo ciego. Por qué. Pues porque no son mudos, son solo sordos. Ah.

En la esquina de casa Ricardo paré a sacar la foto. Ya me estaba dando pereza sacar la cámara.

En el banco un chica hablaba con su chico. Estaba claramente enamorada. Cómo se sabía. Pues porque no paraba de sonreír, se le cortaba la respiración al escucharlo hablar y suspiraba cuando miraba al horizonte.

Yo saqué la cámara, miré el horizonte y al disparar pensé en una fantasía. De las de dragones. Las nubes y la ambigüedad hicieron el resto.

lunes, 20 de junio de 2022

las sabanas

Me dices que no es una despedida pero lo que siento tiene el mismo sabor agrio. Apenas unas horas después de separarnos por última vez y sintiéndome fuerte en tu presencia vuelvo a flaquear en tu ausencia, una vez más vuelvo a flaquear, a sentir que la tristeza llega y que no quiero perderte en mi vida. 
Busco manchas en mis sábanas para oler los restos de nuestra última batalla de sudor y placer. Busco restos de ti para olerte. Para imaginarte a mi lado.
El tiempo tiene un agujero negro por el que nos perdemos cuando hablamos, cuando nos besamos, cuando nos abrazamos. 

sábado, 18 de junio de 2022

el semáforo

El semáforo de Quintanilla se puso en rojo un sábado de mayo a las 8:30 de la mañana en un día de fuerte alisios en que todavía caían chispas matutinas. Y allí estaba ella preparada para cruzar.
Él tuvo que parar su bicicleta.
Ella lo miró, sonrió, abrió los ojos, ladeó la cabeza, se elevó un poco de puntillas y dijo lo siento. Llevaba un mate en la mano, una licra ajustada y una blusa suelta.
Él dijo no pasa nada, para eso es el semáforo y le sonrió. También dijo me acabo de enamorar de ti, pero se lo dijo a sí mismo.
Era argentina, tenía 39 años, daba clases de yoga y había terminado en la isla por amor.
Un rato más tarde él la vio sentada en las rocas mirando al mar y tomando su mate.
Él, con puntualidad británica quiso repetir la escena, pero la de ella, la puntualidad, era argentina.
El sábado pasado, algo más tarde de las 8:30 la vio en el semáforo, junto a ella iba un chico que portaba un bebé en su torso. Se les veía radiantes.
Él cambió su ruta de los sábados.

domingo, 5 de junio de 2022

El momento

Él solo le decía te quiero las pocas noches que pasaban juntos cuando estaban acurrucados a punto de quedarse dormidos.
Sabía que no habría respuesta de ella, así que ese preciso instante de somnolencia en el que los dos eran dueños a medias de sus pensamientos fue en definitiva el momento perfecto que encontró para verbalizar un amor no correspondido.

viernes, 3 de junio de 2022

El Paso

La imagen que él recordaba de ella era sentada en la guagua, con un libro en la mano que leía hasta la mitad del trayecto, una mochila nueva bien cargada, una chaqueta verde con un pañuelo rojo al cuello y una mirada tímida que levantaba de reojo cada pocos kilómetros.

También recordaba la lluvia golpeando el cristal y el paisaje de pinos difuminado visto desde el asiento de enfrente que siempre escogía al subirse.

Él se bajaba una parada antes de su destino para salir junto a ella y recorrer unos metros caminando a su lado mientras imaginaba que iban unidos por la palma de sus manos, en silencio.

Nunca cayó en la cuenta de que ella llevaba un uniforme de una biblioteca que se encontraba una parada antes de bajarse. Ella también buscaba alargar los momentos en que lo veía por las mañanas.

Nunca se hablaron.

Ninguno dio el paso.