Caminando por la calle Cano vi en una terraza a una pareja de jóvenes.
Estaban besándose. Sentados. Las dos cabezas unidas por los labios. Las bocas abiertas. Las cabezas no estaban inclinadas sino una frente a otra. Se besaban lentamente. Con los ojos abiertos. Y me acordé de ti. Y me acordé de nosotros. Y me acordé de tus besos. Los besos que nos dimos. Los besos que nos faltó. Los besos que añoramos. Y quizá los besos que vendrán.
miércoles, 20 de diciembre de 2017
La terraza
lunes, 11 de diciembre de 2017
Olvido
Olvido rápido aquel horizonte.
Pero siguen tus huellas en mi piel.
El paseo al alba dejó nostalgia.
Quizá el momento se vivió.
No consigo olvidarte.
Sigues presente en un rincón al que fácilmente accedo
jueves, 7 de diciembre de 2017
Cansado
Justo antes del impacto nadie se lo esperaba. Esto no es decir mucho. De hecho, es algo vulgar que siempre se dice. Pero veamos qué pasaba un momento antes.
Deja ya el móvil.
¿Pero qué tiene de malo?
Mira el paisaje.
Iba dirigido a la hija, no al padre, el cual era quien conducía.
El padre pensaba, sin comentar a nadie, que qué importancia tenía.
Esa misma frase le pareció lo más profundo que le escuchó decir a Marlon Brando en El Último Tango en París.
El niño dormía.
Sabemos que eran las seis y media de la tarde porque en el espejo el conductor veía el cielo clarito mientras al frente ya estaba oscuro. Y era invierno, por supuesto.
Un segundo después solo eran un amasijo. Me ahorro decir de qué.
¿Cometió algún error en la conducción? No.
La niña miraba hacia atrás en el momento del impacto y le decía a la madre qué canción era la que sonaba.
El padre acompañaba la música con la cabeza sin gustarle. Lo hacía irónicamente.
¿Qué fue lo que hizo cambiar el rumbo de su paso por la vida con nosotros?
Una persona venía de frente.
Era un currante. Se fio de su sueño. Vino una curva hacia él. Pero él ya no la vio.
Estaba demasiado cansado, solo eso.