Tenía más de ochenta años. Una persona de esa edad pudo vivir la Guerra Civil Española pequeñito o nacer en esos años difíciles de la posguerra.
Paró delante del puesto de helados que estaba dentro del centro comercial. Le preguntó a la dependienta, que no llegaba a los treinta, que cuánto valía un helado de una bola.
Tras la contestación de la dependienta siguió de largo.
Yo no me atreví a invitarlo y mucho menos a comprar un helado detrás de él.