Érase una vez un hombre que no daba golpe en su trabajo. Su sueldo salía del dinero público, es decir, del dinero que los demás estamos obligados a poner.
Sus compañeros no le decían nada. Al contrario, para no tener problemas con él, le adulaban.
Una vez llegó al cuento un hombrecillo. Y dijo: esto no está bien. El hombrecillo se ganó enemigos, malas caras y ausencias en los buenos días. El hombrecillo cree firmemente en lo público, lo valora, lo cuida, lo fomenta, lo mejora. Cree en el valor del servicio público a la vez que reconoce los privilegios de los empleados públicos.
Los compañeros del hombre publican que defienden lo público.
Pero lo público no se defiende publicando, se defiende atacando a las cosas que hacen tambalear lo público.