lunes, 27 de abril de 2015

El muy, amable.

Que sentido tienen esos matrimonios que cada día se despiertan para pasar todas sus horas mortificandose. Los escuchaba discutir en el asiento de atrás. Él, que todavía el avión no había separado las ruedas de la pista. Ella, que el avión ya estaba volando. Ya casi no se veía Gran Canaria y él, que cuando dijo fue cuando estaba en vuelo, que antes no. Era un matrimonio mayor. Ni una palabra amable. Todo rezongos por lo bajo. Puñaladitas caseras a las que se habitúan. Dañinas como todas las puñaladas, sólo que éstas te dejan vivo para seguir toda la vida así. Y entonces la mujer se levantó al baño. Y él se dirigió a la chica que estaba a la derecha de su mujer. Hola joven, cómo te llamas guapa. Y fue entonces cuando pensé, pedazo de mamón, lo que hasta entonces había sido una hora de guerrilla sucia se convirtió en cinco interminables minutos de amable conversación. Ella tenía un acento precioso canarion y una risa preciosa canariona. Y allí estaba el galán más amable del mundo, con 74 años que después dijo que tenía, siendo el caballero más cordial de aquel avión. De Pinto era el tipo, que si sabía lo de Pinto y Valdemoro. De Pinto, como el gran Alberto Contador, eso lo digo yo. Y la chica, guapísima a lo que pude ver antes de sentarme, radiante de cortesía, risas, paciencia. Y llegó la mujer del baño y que él se había echado novia en el avión, mira que gracia hombre. Y que la Belén decía palabrotas, y que eso quedaba muy mal en una mujer. Ni que no fueran las mismas las que dice un hombre. Hay que ser gilipollas caballero, con perdón. No me di la vuelta para no recordar su cara. Me quedo con la belleza de la voz de la canariona.