Abrió la puerta de su casa para salir y se encontró aquel panorama. No dio un paso. Esperó a recibir órdenes. Nunca le habían apuntado con una pistola pero sabía muy bien lo que debía hacer y sobre todo tenía claro que no quería perder la vida por cuatro duros que podía haber en casa.
- No salgas
- No pensaba, de repente he creído que me podía coger el día libre.
- No estoy para bromas
- ...
- No vengo por dinero. Vengo por vengar una humillación.
- Debe ser un error. Te lo aseguro
- Te aseguro que no.
- Oiga, esto o es una broma o es un error.
- Toni, ni una broma ni un error. Entra en la casa y siéntate.
- No salgas
- No pensaba, de repente he creído que me podía coger el día libre.
- No estoy para bromas
- ...
- No vengo por dinero. Vengo por vengar una humillación.
- Debe ser un error. Te lo aseguro
- Te aseguro que no.
- Oiga, esto o es una broma o es un error.
- Toni, ni una broma ni un error. Entra en la casa y siéntate.
El hecho de que supiera ese diminutivo asustó a Antonio. Nadie le llamaba así desde hacía 20 años. Entonces vivía en Escaleritas. Era un chaval de 15. Sin trabajo. Con una familia pobre, que apenas sobrevivía con las ayudas de los vecinos. Conoció a una chica mayor que él. Con ella aprendió lo que era el sexo. En el ultimo rellano de la escalera se desnudaron y se tocaron. Temblando, adivinó lo que tenía que hacer. Dirigió su pene hasta sentirlo caliente. Se estremeció rápidamente. Ella también. Sucedió que ella se quedó embarazada. A él se lo llevaron a vivir con un tío fuera de la isla. Ella lo pasó muy mal. Un error que marcaría su adolescencia y algo más. Ejerció la prostitución durante 5 años para sacar aquel hijo adelante. La ejerció en su propio barrio y fue muy doloroso. Guardó dinero en la misma cantidad que secretos. Aquel hijo ahora tendría 20 años. Antonio nunca lo había visto. Ahora las cosas le iban bien, muy bien, demasiado bien para acordarse de historias pasadas salvo que fuera a punta de pistola.
-Creo que ya sabes quien soy. No tiene perdón que no hayas ayudado a mi madre. El tiempo lo cura todo menos las heridas del corazón.
-Creo que ya sabes quien soy. No tiene perdón que no hayas ayudado a mi madre. El tiempo lo cura todo menos las heridas del corazón.
Antonio, llorando, abrió los brazos para darle un abrazo.
Su hijo en una mezcla de miedo y determinación por lo que se había propuesto desde que conoció la historia solo pudo hacer una cosa, disparó.