jueves, 4 de diciembre de 2014

con toda naturalidad...

Todos tenemos claro que entre las Pinturas de Salvador Dalí y un dibujo de una persona que se le de mal el dibujar hay una diferencia abismal. En el primer caso hay una capacidad innata para hacer algo que consideramos una obra maestra y en el segundo caso se carece de esa capacidad e incluso se puede decir que es, dibujando, peor que la media, peor que la capacidad que tiene la población en general.
Lo que no tenemos tan claro es que entre las poesía de Antonio Machado y un texto escrito por un disléxico hay la misma diferencia abismal, que se trata simplemente de una capacidad innata para hacer algo y que como todas las capacidades hay grados, desde el que la hace mal, regular y bien,
Ambas son capacidades y las tenemos en distinto grados las personas. Sin embargo en el caso de las letras lo elevamos a la categoría de trastorno.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Algunas reflexiones sobre: Finlandia, el país modelo en la educación mundial, acaba con la escritura a mano Leer más: Finlandia, el país modelo en la educación mundial, acaba con la escritura a mano


Finlandia, el país modelo en la educación mundial, acaba con la escritura a mano


Solo algunas reflexiones.
- Hay posiciones intermedias como la que se comenta en el artículo: "sólo exigen a los alumnos la legibilidad de sus textos hasta el Primer Grado, a los siete años"- Debería abrirse un debate entre expertos y sociedad para analizar estos temas de enorme complejidad.- Las posiciones viscerales a decir que es una locura no ayudan al debate.- El actual sistema está más que obsoleto. El hecho de que sea difícil, costoso y dramático hacer cambios no debe impedirnos reflexionar sobre qué cambios son necesarios, aunque concluyamos que no podemos asumir dichos cambios.

- El argumento de la adquisición de la movilidad en las manos de los niños no es válido. La escritura no es ni necesaria ni suficiente para la adquisición de dicha movilidad. Como mucho perjudica la utilización de la zurda en el caso de los diestros. Es útil pero no necesaria para este motivo. Si no enseñas a un niño a escribir aprenderá igualmente a utilizar las manos si el resto del ambiente es normal.
- El colmo del ridículo es que se deba escribir en una dirección en concreto que se denomina "correcta". El resto de alternativas condenan a un niño.





- El criterio no debe ser solo si es práctico o no. Se debe aprender cosas que consideremos importantes aunque no sean prácticas.  Y la escritura a mano puede ser una.
- No se está hablando de eliminar la escritura, se está hablando de eliminar el escribirla a mano en papel con un lápiz o bolígrafo. 
- Aunque sepamos escribir, dentro de unos 10 años cada vez nos costará más encontrar un lápiz y un papel en casa. Y no digo en la calle. Solo tendremos el móvil encima. No entro a valorar si está bien o mal, solo digo que es así y que la tecnología está cambiando nuestras costumbres desde hace muchos años, queramos o no. Cada vez nos cuesta más tener una impresora en casa preparada para imprimir con papel. Ya en las entradas de los espectáculos es frecuente que alguien entre enseñando el móvil. Comprueban su entrada y para adentro.

Ahora bien, el artículo nombra una serie de ventajas de la escritura a mano que pueden escaparse a la reflexión de la sociedad. Y es el caso en que deben opinar los expertos de verdad. Y dejar claro qué estudios son válidos y cuáles solo están basados en falsas conclusiones.

Como ejemplo, este artículo pone, entre otros:  """las cartillas cumplen otras funciones más allá de enseñar a escribir a mano correctamente. Por ejemplo, el aprendizaje caligráfico implica que el niño ponga en marcha mentalmente la producción de los trazos a través de la direccionalidad –qué camino sigue el bolígrafo para trazar la letra– y la fragmentación –la separación de palabras en una oración escrita–, que favorecen la adquisición mental del lenguaje, así como el reconocimiento de los diversos monemas incluso en caso de que, a diferencia de lo que ocurre con la tipografía, estos no mantengan una forma constante"""

Aunque algunos de estos estudios puedan ser verdad y buenos, solo describen una realidad, un sistema al completo tal y como está ahora. Lo que se pierda por no escribir a mano ¿se puede aprender mejor de otras formas? Esa es la gran pregunta. No debemos caer en la tentación de obviar las ventajas de quitar la escritura y magnificar las consecuencias negativas. Hay que sopesarlas y ver alternativas a las negativas. 





Redes (Nº 87) - El sistema educativo es anacrónico



Alvin Toffler Es Urgente cambiar el modelo educativo



Finlandia, el país modelo en la educación mundial, acaba con la escritura a mano





miércoles, 12 de noviembre de 2014

Ana

   No se sabe cuando empezó todo, ni siquiera cuando terminó. La casa estaba en el centro,  y a cinco kilómetros a la redonda no había vida humana. Más bien podría decirse, no había vida. Cuando Ana salía a la puerta no podía evitar pensar en ello, ni una sola vez dejó de hacerlo. Su marido en cambio, habría tenido que salir a comprobarlo si alguien se lo hubiera preguntado; su mundo estaba dentro. La misma puerta separaba cuatro mundos: las tinieblas fuera y su mundo dentro para Gabriel; las tinieblas dentro y el mundo fuera para ella. Nadie sabía a ciencia cierta lo que ocurría en la casa, diríamos que era por el gris que envolvía todo cuanto rodeaba a la extraña pareja. 
   Ana, sentada en el salón, sentía pasar el tiempo con la misma conciencia con que uno siente el agua fría en el cuerpo desnudo y cada segundo que pasaba le dejaba la huella de un recuerdo sordo, lento, angustiado. Sólo porque sabía que era imposible no pensaba que el tiempo se había detenido.
     La monotonía de su vida hacía difícil discernir el transcurrir de los acontecimientos, se perdía en el tiempo, como aquel enfermo, que, por no ver más que el techo de la habitación, se desorienta y repite una y otra vez la misma historia para aburrimiento de los visitantes que, empujados por un compromiso social inexcusable, han decido ir a verlo, en lugar de soportar el remordimiento de hacer lo que en buena gana hubieran hecho, quedarse en casa.  La hipocresía como medio de vida.
     Ana recordaba su infancia. ¿Había sido una niña feliz? Le atormentaba hacerse esta pregunta. Realmente no lo sabía, pero por no tener muchas referencias para la respuesta, pensaba que no lo había sido. Y sobre todo le aterraba pensar en no poseer siquiera ese consuelo, ese premio por el que pudiera justificar su vida, por el que pudiera pensar, si no decir, que mereció la pena tanto sufrimiento, que, aunque creía que esta angustia nunca había sido grande, sí continua, crónica, definitiva, instaurada para siempre como la discordia entre los seres humanos, de los que cada vez se acordaba menos. Recordaba en cierta ocasión, que su padre, a quien amaba como se ama a un mito, alguien por encima de nosotros, le había dicho: “Ana, vales tu precio en oro”. Sabía que no significaba más que una frase hecha, como tantas otras muy socorridas por los parcos en palabras, que creen satisfacer sus ansias de reconocimiento y aceptación de los demás utilizando su mismo vocabulario. Pero para ella significaba mucho. Era un indicio de valoración, de amor, de concordia, de...  felicidad. Nunca entendió la frase cuando pequeña. Le había pasado con muchas otras cosas, en las cuales pensaba ahora y entendía su significado.
   Sintió la descarga de consciencia que da el creerse una persona mala. Cuando una es buena, pensaba, siente remordimiento ante la falta de hipocresía, entonces una decide pasar al otro bando, reconoce sus debilidades, piensa que es mala y no le importa ser sincera con sus sentimientos, deja de ser hipócrita y se hace más egoísta. Se preguntaba qué grado de egoísmo era necesario para ser feliz.
   Miró a su marido. Lo miró largo rato. Él estaba dormido, los dos estaban tumbados. Como pasa cuando repetimos muchas veces seguidas una palabra, ésta pierde sentido y nos parece extraña, por muy usada que sea, Ana sintió extrañeza al ver a su marido. Se preguntó quién era aquella persona. Sitió que se acostaba con un extraño. ¿No llevaban 20 años juntos?, ¿a qué venía aquella extrañeza? A base de no entender lo que le sucedía se sintió vacía, sola. Quizá era uno de esos momentos en que uno se pregunta por nuestra visión de la vida, de nuestra existencia. 
   Entonces empezó a soñar, su mente la transportaba a la niñez. Tantos recuerdos inaccesibles durante el día se volvían vulnerables apenas comenzaba el sueño. Ana no recordaba nada al despertar, o por lo menos eso pensaba, porque el sufrimiento del recuerdo sí que lo sentía. No sabía porqué sufría, qué era lo que la tenía triste. Estaba en un parque. Todo alrededor era verde, bonito, fresco. La lluvia había mojado el paisaje. Se acercó a una gota de agua que estaba a punto de caer de una hoja. Se vio dentro de la gota. No supo qué significaba aquello. Quizá tampoco se lo preguntó. Una virtud que vamos perdiendo con la edad. En vez de disfrutar de las cosas tal como nos viene, cada vez nos hacemos más preguntas, cada vez intentamos más adaptarlo a nuestra manera de ver las cosas y cada vez más nos alejamos de la realidad. La realidad que nos dice, o nos decía, que disfrutáramos, y disfrutábamos. Salió de la gota de agua. Una vez vencida su fuerza, extenuada de cansancio, la gota cayó. Su transparencia daba vueltas lentamente, la hoja descansó aliviada de la amenaza que la empujaba hacia abajo, bailaba ahora lentamente, oscilante, hasta que pasado un breve tiempo dejó de alegrarse y se quedó quieta. Ana no sabía entonces que en el futuro ella sería como la planta, hoy alegre, mañana olvidada de la alegría. Rompió en mil pedazos la gota al llegar al suelo formando una corona que nunca llegó a ponerse ningún rey. 
     Ana corrió hacia su padre. Un fuerte abrazo la recibió. Sintió en su cara la humedad de la ropa de aquel hombre.
-. ¿Qué significan las gotas papa?
-. Vamos ya a casa hija – el padre no había entendido la pregunta, y seguramente había llegado a la conclusión de que era mejor ignorarla. Pensamos que los hijos no se dan cuenta de que no les contestamos a sus preguntas, pero en un baúl van guardando cada pregunta no contestada. Nunca más se acordó Ana de la pregunta. De esa ni de las otras que tenía en ese baúl, pero el peso del baúl lo sentía al despertar.
     Su marido esta sentado al borde de la cama. Tosía fuertemente.
-. ¿Estás bien cariño?
-. Sí, ya me levanto.- su voz apagada hizo que el corazón de Ana diera dos palpitaciones fuertes. Cada una le recordó algo. La primera, que no recordaba qué había soñado. La segunda, aquella sensación de extrañeza que había sentido antes de dormir. Ya no la sentía.
     El día empezaba. Ana recogió la habitación. Al abrir la ventana sintió entrar el aire fresco de la mañana y salir el aliento cálido de su habitación. Sintió cómo se renovaban todas y cada una de las moléculas. Se sintió bien. Miró por la ventana y se detuvo un instante a disfrutar de aquella sensación. Veía la tierra árida que los rodeaba y la encontraba hermosa. A base de práctica había conseguido encontrar agradable las pequeñas sensaciones con las que se encontraba a lo largo del día. Seguramente, sin saberlo, se había adaptado a aquella situación. Sacudió las sábanas, vio como caían otra vez lentamente sobre la cama, esta vez estiradas. Llevaba a tal extremo la perfección de aquellos actos que se convertían en rituales exquisitos. Necesitaba que todo aquello sucediera de esa manera determinada. De repente se sintió eufórica. No supo identificar porqué pero tampoco insistió en preguntárselo, esta vez sintió pereza para intentar razonar algo que podía terminar quitándole aquella sensación. Misterios de la inteligencia que, sin avisar asoma y nos guía por el camino adecuado. Camino que hubiéramos seguido sin dudar ni un instante muchos años antes, pero maduramos y vamos perdiendo  lucidez.
     Bajó a desayunar. Aunque no sentía hambre sí notó que se le apetecía sentarse a comer como mero acto cotidiano, disfrutar del momento, prepararse con delicadeza las tostadas, no dejar ninguna parte del pan sin mermelada. Era todo un arte. Sentía como, al despegar el cuchillo de la confitura, ésta hacía un esfuerzo increíble, para la fuerza que se le supone a una mermelada, por no dejarnos separar la hoja del cuchillo. Acaso era la última resistencia de aquel producto de origen vegetal de permanecer en este mundo. Suponía que si no quería irse era porque sería feliz aquí. Iría ella a destruir aquella felicidad, quién era ella para decidir el destino de aquella planta. Ana se encontró de repente pensando en todo esto, con una mano sostenía la tapa de pan, con la otra el cuchillo, su mirada estaba perdida en la mesa de la cocina en la que estaba. Vaya tontería, pensó. Cómo se me pueden ocurrir estas bobadas. Le ocurriría lo mismo a otras personas. Quizá nos ocurre a todos, pero claro, quién se atreve a comentar esa absurdez con alguien. De lo que creía estar segura es de que  su marido, Gabriel, no pensaba en semejantes cosas.
   Terminó de desayunar. Visitó a su marido en el taller y salió de casa con la furgoneta hacia el pueblo. Mientras conducía se torturaba con unos pensamientos que habitualmente le asaltaban la cabeza. Era el sufrimiento que había en el mundo. Era consciente del llanto de tantos niños pasando hambre o maltratados por sus padres; del sufrimiento de los hombres en guerra, abocados a matarse por unas decisiones política, del sufrimiento de sus familias ante las pérdidas de los padres o hijos muertos en batalla; de los animales hambrientos, maltratados por sus dueños; de las víctimas de atentados masivos, de cómo tuvieron que vivir la tragedia mientras se producía, la irrealidad del momento; de los accidentados en carretera. En todo ello pensaba Ana mientras conducía. Nunca se le escapó una lágrima pensando en todas estas cosas, pero sentía los ojos cargados de lágrimas. Tampoco quiso nunca mirarse  en el espejo para comprobarlo. Sentía una opresión en el pecho y pensaba en si valía la pena vivir en este mundo, sobre todo siendo tan consciente de la realidad que había en el.
   Y entonces Ana cerró los ojos. No fue consciente de estar tomando ninguna decisión. Simplemente los cerró. Sentía la vibración del volante en aquella carretera de tierra. Luego la vibración aumentó y luego cesó. Sintió elevarse de su asiento. Quiso abrir los ojos pero el miedo no le dejó. Quiso gritar pero tampoco gritó. Sintió por un instante un movimiento brusco y todo acabó...

martes, 11 de noviembre de 2014

El doble check azul del whatsapp

     Me ha sorprendido el pequeño revuelo social que se ha formado con el tema del doble check azul del Whatsapp. Claro, todos estamos preocupados por cómo van a interpretar nuestros amigos que estando en línea nosotros no les aparezca el doble tick azul a ellos. ¿Pensarán nuestros amigos que no los atendemos?      
    Efectivamente, si no lo hemos leído es porque no hemos podido. Todos sabemos que en ocasiones no podemos leerlos. Esto me da pie a sacar dos conclusiones.

Primera: Si algún amigo me juzga por no leer sus mensajes pues merece un poquito menos mi amistad.

Segunda: Si todos lo sabemos ¿Porqué estamos preocupados?


sábado, 1 de noviembre de 2014

Un segundo...

   Salí a correr a mediodía. Tenía la tarde con la agenda colapsada. No tenía un segundo libre. Las series en el parque romano empezaron clavando al segundo lo pautado, luego empeoró un poco. A la vuelta iba pensando en cómo nos habíamos organizado para gestionar los asuntos que teníamos entre manos esa tarde. Cuando doblé la última esquina para llegar corriendo a casa solo faltaba un segundo para terminar mi entreno. Una ambulancia estaba encima de la acera en mi misma calle. Sirena puesta con señal luminosa. Busqué "Transporte sanitario no urgente" pero no lo encontré. O más bien lo encontré pero le faltó el "no". En un segundo tuve dudas de que estuviera pasando algo. Al terminar de doblar la esquina en medio segundo se disiparon las dudas. Dos coches de Policía Nacional, uno de Bomberos y otra ambulancia. Seguí bajando la calle y solo me quedaba la esperanza de que no fuera en mi portal. Aunque estaban muy cerca, todavía no tenía ángulo para ver qué portal era. Cuando llegué a la altura del mío, la puerta abierta y un bombero saliendo dieron un vuelco al corazón en un segundo. Pregunté "¡¡¡en qué vivienda es!!!! Pareció no oírme. Por un momento pensé que me iba a atravesar y que yo era transparente para él. ¿Sería yo el fallecido y estaba presente como espíritu en aquella escena? Si creyera en estas cosas podría ser pero no era el caso. En el rellano zigzagueaba un familiar, que yo conocía de vista, de una vecina. Ella sí me vio y me dijo: no pasa nada. ¿Tu hermana? Sí, pero no pasa nada. Si te puedo ayudar en algo dímelo. No, gracias, todo bien. Me dio muchísima pena. Esperaba hasta que le dieran noticias. No me engañaba, no pasaba nada tan grave. aunque en un segundo estuvo a punto de cambiar todo, y, aunque no cambió, aprendes que un día puede cambiar...

viernes, 31 de octubre de 2014

La sinceridad no es un deber, es un derecho de dudosa legalidad

    La sinceridad no es un deber, es un derecho y de dudosa legalidad. En ocasiones no tenemos ese derecho, yo diría que la mayoría de las veces. Cada persona es libre de ser como quiera mientras respete los derechos de otras personas. Empeñarse en ser sincero puede ser una falta de respeto. Presumir de ser sincero puede ser una falta de apreciación hacia ese derecho de las demás personas de ser como quieran. Ser mentiroso no está bien, normalmente nos referimos a las ocasiones en que sacamos provecho de esa mentira a costa de los recursos de los demás. Y esto es una apropiación indebida. Pero ¿qué es la sinceridad? ¿implica que tenga que decirle a una persona que hoy está antipática? ¿dónde nace ese derecho? ¿quién lo ha otorgado? y también ¿quién dice que tengamos la obligación de ser sinceros? de decir qué es lo que estamos pensando, de decir qué es lo que nos tiene tristes, de decir qué es lo que queremos. Mientras no perjudiquemos los derechos de otras personas con nuestro silencio, seguramente a fuerza de ser sinceros serán más las veces que nos entrometamos en la vida íntima de cada persona . Ahora bien, la sinceridad utilizada para regalar apreciaciones bonitas de otras personas se convierte en un don. Un don para acercarnos a los demás, para hacer felices a los demás. Aún así podemos encontrar personas que se sientan invadidas por nuestros piropos por diversas causas, en muchas ocasiones relacionadas con sus propios miedos a aceptar sus cualidades por pensar inmerecidas.



jueves, 30 de octubre de 2014

"… toda la isla era un jardín"

Pedro Gómez Escudero (1639)

… toda la isla era un jardín, toda poblada de palmas, porque de un lugar que llaman Tamarasaite quitamos más de sesenta mil palmito i de otras partes infinitas, i de todo Telde y Arucas.

miércoles, 29 de octubre de 2014

¿Quien dijo miedo?

¿Quién teme al despertar?

Aquel que decidió vivir con miedo el resto del día

¿Quién teme al hablar?

Aquel que decidió que sus palabras valían menos que las demás

¿Quién teme al caminar?

Aquel que decidió que el camino iba a estar sembrado de clavos

¿Quién teme al cantar?

Aquel que decidió que su canto no merecía ser escuchado

¿Quién teme al amar?

Aquel que decidió que no valía más que la persona amada

Y ¿Quién teme a vivir?

Aquel a quien le hicieron creer que la vida era fácil.


lunes, 27 de octubre de 2014

Ya no es lo mismo...

Ayer fue domingo. Desde hace unos meses dedicamos las tardes de los domingos a dar un paseo en bici. Utilizamos las ramblas de la Avenida de Mesa y Lopez. La tranquilidad de los domingos se respira. Pocos coches, poco humo, silencio y pocas personas caminando por la ramblas. Ideal para intentar que dos pequeños ciudadanos de 8 y 6 años adquieran el hábito saludable de moverse en bici por la ciudad. Sin embargo ayer el ambiente no era el mismo. Desde por la mañana circulaban muchos coches, por la tarde el silencio seguía roto. Muchos coches, mucho ruido. Abren las tiendas, desde hace poco, los comercios de la zona no descansan. Ese día distinto ha muerto. El ser humano necesita variación, descanso, ambiente relajado, aunque sean en pequeñas dosis. Ese espacio y ese tiempo podía ser utilizado para actividades distintas. Ahora es casi un día más, un día cualquiera, como el resto de la semana...



jueves, 23 de octubre de 2014

Me está empezando a preocupar...

   Decía Steven Pinker en su libro La Tabla Rasa: la negación moderna de la naturaleza humana: "los gemelos univitelinos son similares en un 50% tanto si crecen juntos como si lo hacen separados. Tengámoslo en cuenta y pensemos qué ocurre con nuestras ideas más queridas sobre los efectos de la educación en la infancia."
Defiende el autor que hay tres aspectos a tener en cuenta: socialización, inteligencia y personalidad.  Los dos últimos (inteligencia y personalidad) tremendamente marcados desde el nacimiento (heredados o no de la madre o del padre pero marcados en los genes desde el nacimiento). 

La inteligencia es un término cada vez más ambiguo y en mi opinión cada vez con menor valor. Está muy relacionado con el éxito académico porque básicamente se miden cosas parecidas a lo que se pide en los estudios académicos. Pero tengamos en cuenta que el sistema educativo (cada vez se sabe con mayor certeza y por más personas) está básicamente obsoleto. Como ejemplo pongo que una niña de 8 años aprende a utilizar y estudia cómo funciona un diccionario de papel. Ese diccionario que jamás va a usar cuando salga del colegio. No tengo yo la respuesta a qué se debe hacer en este caso. Es un tema muy complejo, muy difícil de resolver y no es el objeto de esta entrada del blog.

En cuanto a la personalidad cualquier madre o padre que haya tenido más de un hijo sabe que son distintos en su forma de comportarse en general, sabe que hay algo innato que es más fuerte que lo que le puedan inculcar ellos como padres. Y que esa forma de ser cambia muy poco a lo largo de la vida. El niño que es extrovertido tiende a seguir siéndolo de por vida, y así con el resto de la variables que componen la personalidad que podríamos definir como esa forma de comportarnos habitualmente.



Ahora bien, si en algo tenemos margen de juego es en la socialización:

    Se denomina socialización o sociabilización al proceso a través del cual los seres humanos aprenden e interiorizan las normas y los valores de una determinada sociedad y cultura específica. Este aprendizaje les permite obtener las capacidades necesarias para desempeñarse con éxito en la interacción social.


http://definicion.de/socializacion/#ixzz3Gy4ykw1y



   Y este margen de actuación de las madres y padres es el que me está empezando a preocupar.
Cada vez veo con más frecuencia en la calle a madres y padres interaccionando con su móvil y no con sus hijos. ¿En qué afecta eso al niño? Uno de los aspectos de mayor importancia en el cuidado de un niño es la atención que le podemos prestar. Si tenemos tiempo para prestar atención a lo que dice o a lo que hace mejoramos la calidad de los cuidados que le ofrecemos. Cuanto más tiempo tengamos más calidad en los cuidados. Y esa atención se ve drásticamente reducida si cuando estamos con nuestros hijos estamos atentos al móvil en vez de a ellos.





Video relacionado con el sistema educativo y su obsolescencia













viernes, 10 de octubre de 2014

¿Por qué el dinero no da la felicidad?

Somos seres sociales. Hoy no tanto, pero cuando vivíamos en cuevas vivíamos en manada. Fue la estrategia que utilizó nuestra especie para poder cuidar a un bebé tan lento en ser independiente como el humano. No hay ningún otro animal que pueda compararse al hombre en esta tardanza. Es una excepción en la naturaleza en toda regla. Y en esos momentos en la especie humana la relación entre iguales era cuestión de supervivencia, por lo que algunas de nuestras emociones se ligaron a nuestras vivencias con los demás. Una de estas emociones es la felicidad. Las cosas que más nos hacen sentirnos felices son las cosas relacionadas con otras personas: un elogio, un piropo, una caricia, sentirnos admirados, sentirnos queridos, sentirnos respetados, sentirnos amados. Nos sentimos felices en reuniones con amigos, practicando deporte con amigos. Y nada de esto se compra con dinero.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Tan breve.

Julio, sentado en un banco de la Plaza Mayor de Santa Ana, contemplaba a su hija Sofía, con 5 añitos, lanzando millo a las palomas y disfrutando de aquel espectáculo natural que la niña sentía controlar. Recordó cómo había conocido a Sandra, cómo se había enamorado de ella 15 años atrás en aquel encuentro casual. En un curso de fotografía les pusieron como pareja. Les dio mucho rubor a los dos pero pronto se acostumbraron y empezaron a disfrutar el uno del otro. En los descansos del curso tomaban café en la calle Pérez Galdós. - Sandra...aunque hace poco que te conozco, me encanta contarte cosas íntimas. - Seguro que algún día te arrepientes - sonríe. - Fíjate, tengo la sensación de que aunque lo pregones a los cuatro vientos no me arrepentiría. Es como si me sintiera libre de contar lo que quiero y que he decidido contártelo a ti. No sé si me explico pero es lo que siento. - Yo también disfruto contándote cosas Julio, pero entiende que tengo mis reservas. - Ya, no me importa, para nada. Claro que te entiendo y no quiero que pienses que tienes que corresponderme con el mismo nivel de intimidad eh.- Risas. Tras cuatro sesiones del curso de fotografía ya habían tomado ocho cafés y otras tantas decisiones sobre sus vidas en la que había planes en común. Diez años después aunque no estaba, por supuesto, en esas ocho decisiones primitivas, llegó la pequeña Sofía fruto de una decisión conjunta que llegaría mucho después, también en el mismo café al que seguirían yendo por mucho tiempo. Julio recordaba la tarde en que caminaban cogidos de la mano por el Parque Doramas. Lo de caminar era una manera de llamarlo porque simplemente hablaban cogidos de la mano y daban pasos y paraban sin darse cuenta, con la conversación en mil lugares, sonriendo, abrazándose con la risa en medio, y paraban intentando recordar datos que le faltaban a la historia de su niñez; datos que venían y volvían a caminar, datos que seguramente eran falsos pero que recordaban con tanta seguridad como si fueran sentencias. Julio, entre pensamiento y pensamiento, reflexionaba: me ha tocado ser de las personas que aprenden que la vida se puede ir de la mano en un suspiro. Una vez le contó una amiga que había visto a una persona tapada en la carretera. Acababa de morir y allí estaba, acostadito, le dijo. Resultaba extraño pensarlo pero su familia, quizá sus hijos, sus hermanos, su esposa, pensaría ahora mismo que esa persona estaba viva. Quizá no estaban pensando en él, pero lo seguro es que él no estaba pensando en ellos. Su vida y su pensamiento se habían parado. Nadie de su familia lo podía suponer. Y allí estaba, acostadito. Tapado para que no veamos la muerte. Esa persona, ahora cadáver, tendría su vida privada. Un mundo de pensamientos que formaban una existencia. Una existencia única. Cada persona tenemos nuestra vida privada. Nunca llegas a conocer a nadie. No tanto como para que no te pueda sorprender en cualquier momento. Y aquella vecina que tan amablemente te saludó y pensaste que era una buena persona, ahora la oyes pared con pared hablar o más bien gritar, con una crueldad que te sorprende, a su marido. Fue entonces cuando miró Sofía. Agotaba los últimos granos de millo, sacudía la bolsa y miraba sonriente a su padre. Julio se había impuesto ese plazo para decírselo. ¿Recordaría este momento Sofía como un falso recuerdo? ¿Buscaría el dato en su memoria mientras paseaba agarrada de la mano de alguien con quien se sintiera feliz? ¿Recordaría a su madre tal como era o el tiempo le haría distorsionar su imagen? Lo cierto es que ya no podría sorprenderse conociendo a quien la había parido. Viviría una infancia sin madre que, tapadita en la carretera, no molestó a su familia hasta que fue preciso reconocer el cadáver.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Yo también fui niño

Caminamos, miramos, huimos. Hablamos para disimular, para huir. Los vemos distintos, nos convencemos de que son distintos, de que no tienen el mismo derecho. Jamás se nos ocurre pensar que una vez fueron niños. Niños paridos. Bebés paridos. Bebés amados. Niños que rieron, que jugaron. Niños que crecieron y la vida les jugó una mala pasada. Niños que ahora, ya no lo son. Te piden que les ayudes. Que les ayudes a vivir, a subsistir, a comer. Quizá quieras ayudarles. Quizá no, porque suponga reconocer que necesitan de tu ayuda. Y algún día encuentras una moneda en el bolsillo. Sabes que es pequeña. No la has puesto todavía en la cartera. La tocas con la mano, miras, ves que puedes, la sacas, te agachas, la dejas, sonido a metal. Y ese niño levanta la mirada. Te da las gracias. Y te sientes bien.

martes, 2 de septiembre de 2014

Quisiéramos ser como tú y sin embargo...

Si tienes 30 años y no te gusta el fútbol, no tienes un problema, incluso puedes alardear de ello y encontrar simpatizantes de tu postura entre tus amigos y amigas. No necesitas el fútbol para "triunfar en la vida", la sociedad no te impone el fútbol (más allá de la incomodidad de ir a una terraza que no lo tenga puesto) y las leyes no te obligan a asistir a los estadios. 
Si eres un niño o una niña y no te gusta leer, estás jodido o jodida. "Fracaso escolar" es el título de la película que acompañará tu infancia. El TÍTULO se lo hemos puesto entre todos. Y ese TÍTULO va a condicionar muchas cosas en tu vida aunque aparentemente no estén relacionadas con él. Va a marcar tu relación con el colegio, ese lugar al que las leyes te obligan a asistir. Marcará la relación con tu madre y con tu padre, esos a los que deseas ver cuando sales del cole y que centrarán su atención en cómo vas progresando en las restas con llevadas. En muchas ocasiones se enfadarán contigo por su propia frustración, intentando cambiar algo en ti sin saber cómo hacerlo (y sin saber que no pueden hacerlo). Marcará tu tiempo de juego, que se verá reducido para poder practicar más de lo que no te gusta. Marcará tu "triunfo en la vida", ya que no te permitirá acceder a un trabajo que probablemente detestarías, pero que está bien visto por los demás, que a buen seguro juzgarán tu éxito.

Cada niño y cada niña tiene unos gustos muy diversos (en muchas ocasiones muy relacionados con sus capacidades y en otra ocasiones no tanto). Las habilidades mejoran con la práctica, siempre con tareas de menos a más dificultad, y siempre mejor si lo asociamos a refuerzo positivo (a emociones positivas). Pero hay que tener presente que cada persona tiene su propia naturaleza y no todas las personas se adaptan a las exigencias escolares del momento.

Condicionar la infancia de un niño por sus capacidades y por sus gustos, por su naturaleza, por el simple hecho de que no coinciden con lo que quiere la sociedad (actual), lo que dicen las leyes que nos hemos puesto (ahora) o las expectativas de sus seres queridos (actuales), significa amargarle la infancia a un niño, una de las partes más bonitas de su vida. Una parte que todos añoramos e idolatramos de grandes, cuando ya no tiene remedio lo que haya pasado cuando éramos niños.